DOMINGO 14/09/2014.
La Palabra de hoy nos invita al perdón recíproco y a perdonar siempre al hermano que nos haya ofendido, tal como oramos en el Padrenuestro: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos al que nos ofende”. Ésta debe ser una norma de vida para todos y condición necesaria para ser perdonados por Dios, ya que quien no es misericordioso con los demás no puede esperar misericordia para sí mismo.
En este Evangelio, Pedro le pregunta a Jesús por la cantidad de veces que se debe perdonar al prójimo y el Maestro le responde con una parábola conocida como la del siervo sin entrañas, en la cual se nos describe la situación de un rey que perdonó a uno de sus siervos una gran deuda, pero éste no hace lo mismo con uno de sus compañeros que le debía una suma pequeña. La respuesta de Jesús no deja dudas, no sólo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete, es decir, siempre.
En el Reino que Jesús nos ha venido a enseñar el perdón no tiene límites, debemos perdonar siempre para que el Padre haga lo mismo con nosotros, este es un camino que como cristianos estamos obligados a transitar aunque nos cueste trabajo, porque es la única forma de construir una sociedad más justa, más humana basada en el amor.
La existencia es breve y no vale la pena amargarla con el odio y el rencor, ya que éstos nos esclavizan, nos roban la alegría de vivir y envenenan las relaciones familiares y sociales. Cuando practicamos el perdón somos los primeros en beneficiarnos ya que nos liberamos de toda una carga de dolor o rabia y dejamos que la paz y la tranquilidad inunden nuestro interior.
Te pedimos Señor que nos des un corazón dispuesto para el perdón y mucha generosidad para superar los resentimientos y experiencias amargas. Ayúdanos para que el perdón vaya más allá de nuestros sentimientos de afecto y se convierta en el medio efectivo para devolver bien por mal; para evitar los odios, los rencores, las venganzas, los resentimientos y otros obstáculos y para lograr el ejercicio del verdadero amor y caridad. Amén.
La Palabra de hoy nos invita al perdón recíproco y a perdonar siempre al hermano que nos haya ofendido, tal como oramos en el Padrenuestro: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos al que nos ofende”. Ésta debe ser una norma de vida para todos y condición necesaria para ser perdonados por Dios, ya que quien no es misericordioso con los demás no puede esperar misericordia para sí mismo.
En este Evangelio, Pedro le pregunta a Jesús por la cantidad de veces que se debe perdonar al prójimo y el Maestro le responde con una parábola conocida como la del siervo sin entrañas, en la cual se nos describe la situación de un rey que perdonó a uno de sus siervos una gran deuda, pero éste no hace lo mismo con uno de sus compañeros que le debía una suma pequeña. La respuesta de Jesús no deja dudas, no sólo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete, es decir, siempre.
En el Reino que Jesús nos ha venido a enseñar el perdón no tiene límites, debemos perdonar siempre para que el Padre haga lo mismo con nosotros, este es un camino que como cristianos estamos obligados a transitar aunque nos cueste trabajo, porque es la única forma de construir una sociedad más justa, más humana basada en el amor.
La existencia es breve y no vale la pena amargarla con el odio y el rencor, ya que éstos nos esclavizan, nos roban la alegría de vivir y envenenan las relaciones familiares y sociales. Cuando practicamos el perdón somos los primeros en beneficiarnos ya que nos liberamos de toda una carga de dolor o rabia y dejamos que la paz y la tranquilidad inunden nuestro interior.
Te pedimos Señor que nos des un corazón dispuesto para el perdón y mucha generosidad para superar los resentimientos y experiencias amargas. Ayúdanos para que el perdón vaya más allá de nuestros sentimientos de afecto y se convierta en el medio efectivo para devolver bien por mal; para evitar los odios, los rencores, las venganzas, los resentimientos y otros obstáculos y para lograr el ejercicio del verdadero amor y caridad. Amén.