DESTRUYAN ESTE TEMPLO Y EN TRES DÍAS LO LEVANTARÉ. SAN JUAN 2, 13-25.
En este Evangelio encontramos dos reflexiones muy claras por parte de Jesús acerca del significado del Templo, la primera, es el lugar sagrado, ideal para el encuentro sincero con Dios, en donde podemos orar, escuchar su Palabra, alabarlo, adorarlo y recibirlo en santa eucaristía y, la segunda, el templo es Él mismo, su propia persona y se extiende al ser humano, pues, la Palabra también dice que somos templo del Espíritu Santo.
Refiriéndonos al primer significado, Jesús se indigna cuando ve el lugar invadido por mercaderes, cambistas, negociantes de todo tipo, que han profanado el Templo de su Padre, convirtiéndolo en un lugar común de compraventa y para hacer todo tipo de negocios. Por ello es que se indigna y con latigazos sobre las mesas vuelca todo y los lanza afuera, exigiendo respeto hacia la casa de Dios.
Ante la actitud de Jesús, las autoridades y mercaderes reaccionan y lo cuestionan preguntándole sobre las razones para actuar así y le piden un signo, a lo cual Él responde diciéndoles que destruyan el templo, que Él lo levantará en tres días, pero ellos no entendían y es en esta respuesta de Jesús donde encontramos sentido a la segunda forma de explicar el significado del Templo, como persona misma, Él se refería a su propia muerte y resurrección. Además, a nosotros mismos como templos del Espíritu Santo, llamados a ser mejores cada día, a ser santos para Dios.
Estas enseñanzas nos llevan a pensar en cuántas veces nosotros mismos hemos irrespetado la casa de Dios, la Iglesia, la parroquia, cuando hablamos con otras personas o no apagamos el celular y seguimos utilizándolo o estamos criticando o distraídos en otras cosas, menos poniendo atención a la celebración de la Santa Misa. También cuando vamos vestidos indecorosamente y cuando hemos usado el nombre de Jesús para engañar, prometer u obtener un beneficio propio, entre otros.
Sea esta la oportunidad para examinarnos a conciencia y pedir perdón a Dios por las veces que hemos ofendido su casa y las veces que hemos también profanado nuestro cuerpo con pecados como envidia, odio, orgullo, fornicación, adulterio, infidelidad, pornografía, pensamientos y actos impuros, etc., los cuales nos alejan de Dios.
Este Evangelio va acompañado de otras lecturas que nos hablan de los mandamientos de la ley de Dios para guiarnos e instruirnos en el camino de la vida, Él debe ser nuestro único Dios y salvador y por nada debemos hacernos otros ídolos; la ley del Señor es perfecta y es descanso para el alma; sus mandatos son rectos, justos, verdaderos y alegran el corazón; su norma es clara y da luz a nuestro ojos y nos conducen hacia Él.
Señor Jesús, te damos gracias por todos los templos, capillas, ermitas y lugares de oración donde te haces presente, ya que no nos dejas solos, sino que te acercas y convives con nosotros por siempre con tu Palabra, tus enseñanzas y a través de la Sagrada Comunión. Te ofrecemos nuestros cuerpos y corazones para que sean tu casa y ayúdanos a prepararla bien para ti para que mores en ella eternamente. Virgencita María, templo inmaculado del Dios Hijo, que en este tiempo de penitencia tomemos como ejemplo tu vida de fe, servicio y amor, para moldear nuestras vidas según las enseñanzas del Evangelio que tu viviste plenamente. Amén.
En este Evangelio encontramos dos reflexiones muy claras por parte de Jesús acerca del significado del Templo, la primera, es el lugar sagrado, ideal para el encuentro sincero con Dios, en donde podemos orar, escuchar su Palabra, alabarlo, adorarlo y recibirlo en santa eucaristía y, la segunda, el templo es Él mismo, su propia persona y se extiende al ser humano, pues, la Palabra también dice que somos templo del Espíritu Santo.
Refiriéndonos al primer significado, Jesús se indigna cuando ve el lugar invadido por mercaderes, cambistas, negociantes de todo tipo, que han profanado el Templo de su Padre, convirtiéndolo en un lugar común de compraventa y para hacer todo tipo de negocios. Por ello es que se indigna y con latigazos sobre las mesas vuelca todo y los lanza afuera, exigiendo respeto hacia la casa de Dios.
Ante la actitud de Jesús, las autoridades y mercaderes reaccionan y lo cuestionan preguntándole sobre las razones para actuar así y le piden un signo, a lo cual Él responde diciéndoles que destruyan el templo, que Él lo levantará en tres días, pero ellos no entendían y es en esta respuesta de Jesús donde encontramos sentido a la segunda forma de explicar el significado del Templo, como persona misma, Él se refería a su propia muerte y resurrección. Además, a nosotros mismos como templos del Espíritu Santo, llamados a ser mejores cada día, a ser santos para Dios.
Estas enseñanzas nos llevan a pensar en cuántas veces nosotros mismos hemos irrespetado la casa de Dios, la Iglesia, la parroquia, cuando hablamos con otras personas o no apagamos el celular y seguimos utilizándolo o estamos criticando o distraídos en otras cosas, menos poniendo atención a la celebración de la Santa Misa. También cuando vamos vestidos indecorosamente y cuando hemos usado el nombre de Jesús para engañar, prometer u obtener un beneficio propio, entre otros.
Sea esta la oportunidad para examinarnos a conciencia y pedir perdón a Dios por las veces que hemos ofendido su casa y las veces que hemos también profanado nuestro cuerpo con pecados como envidia, odio, orgullo, fornicación, adulterio, infidelidad, pornografía, pensamientos y actos impuros, etc., los cuales nos alejan de Dios.
Este Evangelio va acompañado de otras lecturas que nos hablan de los mandamientos de la ley de Dios para guiarnos e instruirnos en el camino de la vida, Él debe ser nuestro único Dios y salvador y por nada debemos hacernos otros ídolos; la ley del Señor es perfecta y es descanso para el alma; sus mandatos son rectos, justos, verdaderos y alegran el corazón; su norma es clara y da luz a nuestro ojos y nos conducen hacia Él.
Señor Jesús, te damos gracias por todos los templos, capillas, ermitas y lugares de oración donde te haces presente, ya que no nos dejas solos, sino que te acercas y convives con nosotros por siempre con tu Palabra, tus enseñanzas y a través de la Sagrada Comunión. Te ofrecemos nuestros cuerpos y corazones para que sean tu casa y ayúdanos a prepararla bien para ti para que mores en ella eternamente. Virgencita María, templo inmaculado del Dios Hijo, que en este tiempo de penitencia tomemos como ejemplo tu vida de fe, servicio y amor, para moldear nuestras vidas según las enseñanzas del Evangelio que tu viviste plenamente. Amén.