¿Cómo surgió Amor Divino?
AMARA es una fundación sin ánimo de lucro creada por Marta Lucía Arango Godín, producto de un proceso de crecimiento espiritual y de discernimiento, en unión con sus hijas: compañeras de viaje en los caminos del Señor y colaboradoras activas en la elaboración de esta página. El origen y desarrollo de esta fundación va de la mano de la historia personal de esta sierva del Señor, ya que ha sido Él quien la instruido, moldeado y guiado para estos fines.
Marta Lucía es abogada especializada en Derecho Administrativo, pero, ante todo, es una sierva e instrumento del Señor, nacida en un hogar católico y cuyo encuentro personal con Dios tuvo lugar a raíz del secuestro y posterior muerte de su padre en manos de grupos al margen de la ley en Montelíbano, Córdoba, Colombia, en el año 1989. Este acontecimiento dividió su vida en dos, antes y después de Cristo, porque si bien era una católica tradicional, este suceso la llevó a vivir de manera diferente el Evangelio de Cristo. En un primer momento su reacción fue disgustarse con Dios porque había permitido ese hecho tan injusto y doloroso en su familia, pero luego de unos días, cuando no podía soportar la pena, le pidió a Dios que la perdonara y le permitiera aceptar y superar esta prueba con su ayuda y que se hiciera en ella su santa voluntad.
Reconciliada con el Señor y consciente de su debilidad humana, comenzó un despertar espiritual y aprendizaje religioso en diferentes parroquias y grupos de oración católicos, primero en Montelíbano, durante los primeros días del duelo, luego en Bogotá y actualmente en Medellín, con un enfoque muy renovado, dinámico y alegre. Fue en la Capital, donde permaneció radicada por 11 años, tiempo durante el cual estuvo casada por la Iglesia y tuvo dos hijas, que por el año 1991 empezó a recibir algunos dones del Espíritu Santo y a ponerlos al servicio de los demás, dentro del calor de un pequeño grupo de oración en un hogar maravilloso donde se oraba el santo Rosario y se leía y compartía la Palabra del Señor.
De allí pasó a ser miembro activo de la Comunidad María Santificadora, cuya sede inicial fue en una parroquia al norte de Bogotá, donde día a día se formaba y fortalecía espiritualmente en oración y en las Sagradas Escrituras e, igualmente, hacía parte y dirigía otros pequeños grupos de oración en casas de familia, donde se vivía la experiencia de Cristo maestro, sanador y salvador y de María Santísima como Madre intercesora y corredentora. Concomitantemente, el proceso de aprendizaje y crecimiento espiritual continuaba con cursos bíblicos en diferentes sedes e iglesias; talleres de oración como los del Padre Larrañaga; seminarios y retiros espirituales.
A su regreso a Medellín con sus dos pequeñas hijas, después de la separación de su matrimonio, el cual se encuentra actualmente anulado por la Curia, lo cual tuvo que superar también con mucha oración y confianza en el Señor, ha continuado con este proceso de aprendizaje y crecimiento espiritual en diferentes Parroquias, entre ellas, San Clemente, La Visitación, San José y Santa María de los Dolores, donde, además, ha participado y colaborado activamente en diferentes apostolados y comunidades. Adicionalmente, ha realizado otros estudios bíblicos y seminarios en Escuelas de Evangelización Católicas como Yeshúa, Corporación La Comunidad y El Minuto de Dios.
Todas estas enseñanzas y experiencias que Dios ha permitido en su vida y por las cuales la ha conducido, aumentando su fe, esperanza y amor, no sólo han sido de provecho para si misma, sino también para beneficio de otros necesitados, para beneficio de otros con sed de Dios, al igual que ella. Pues, para los que creemos en Dios, todos somos unos necesitados de Él y por ello debemos apoyarnos mutuamente y dar a los demás de lo que Él nos ha regalado a cada uno en paz y armonía.
Consciente de la misión de Dios para su vida, cual es evangelizar y servir para el Reino de Dios y su justicia, de forma paralela con el ejercicio de su carrera como Abogada, ha creado la Fundación AMARA, en compañía de sus dos hijas, para así poder contribuir con un granito de arena en este gran proyecto de Dios, teniendo como modelo a Jesucristo, quien tuvo primero la misión de instaurar el Reino de Dios aquí en la tierra y a quien debemos seguir e imitar fielmente para nuestra propia salvación.
Marta Lucía es abogada especializada en Derecho Administrativo, pero, ante todo, es una sierva e instrumento del Señor, nacida en un hogar católico y cuyo encuentro personal con Dios tuvo lugar a raíz del secuestro y posterior muerte de su padre en manos de grupos al margen de la ley en Montelíbano, Córdoba, Colombia, en el año 1989. Este acontecimiento dividió su vida en dos, antes y después de Cristo, porque si bien era una católica tradicional, este suceso la llevó a vivir de manera diferente el Evangelio de Cristo. En un primer momento su reacción fue disgustarse con Dios porque había permitido ese hecho tan injusto y doloroso en su familia, pero luego de unos días, cuando no podía soportar la pena, le pidió a Dios que la perdonara y le permitiera aceptar y superar esta prueba con su ayuda y que se hiciera en ella su santa voluntad.
Reconciliada con el Señor y consciente de su debilidad humana, comenzó un despertar espiritual y aprendizaje religioso en diferentes parroquias y grupos de oración católicos, primero en Montelíbano, durante los primeros días del duelo, luego en Bogotá y actualmente en Medellín, con un enfoque muy renovado, dinámico y alegre. Fue en la Capital, donde permaneció radicada por 11 años, tiempo durante el cual estuvo casada por la Iglesia y tuvo dos hijas, que por el año 1991 empezó a recibir algunos dones del Espíritu Santo y a ponerlos al servicio de los demás, dentro del calor de un pequeño grupo de oración en un hogar maravilloso donde se oraba el santo Rosario y se leía y compartía la Palabra del Señor.
De allí pasó a ser miembro activo de la Comunidad María Santificadora, cuya sede inicial fue en una parroquia al norte de Bogotá, donde día a día se formaba y fortalecía espiritualmente en oración y en las Sagradas Escrituras e, igualmente, hacía parte y dirigía otros pequeños grupos de oración en casas de familia, donde se vivía la experiencia de Cristo maestro, sanador y salvador y de María Santísima como Madre intercesora y corredentora. Concomitantemente, el proceso de aprendizaje y crecimiento espiritual continuaba con cursos bíblicos en diferentes sedes e iglesias; talleres de oración como los del Padre Larrañaga; seminarios y retiros espirituales.
A su regreso a Medellín con sus dos pequeñas hijas, después de la separación de su matrimonio, el cual se encuentra actualmente anulado por la Curia, lo cual tuvo que superar también con mucha oración y confianza en el Señor, ha continuado con este proceso de aprendizaje y crecimiento espiritual en diferentes Parroquias, entre ellas, San Clemente, La Visitación, San José y Santa María de los Dolores, donde, además, ha participado y colaborado activamente en diferentes apostolados y comunidades. Adicionalmente, ha realizado otros estudios bíblicos y seminarios en Escuelas de Evangelización Católicas como Yeshúa, Corporación La Comunidad y El Minuto de Dios.
Todas estas enseñanzas y experiencias que Dios ha permitido en su vida y por las cuales la ha conducido, aumentando su fe, esperanza y amor, no sólo han sido de provecho para si misma, sino también para beneficio de otros necesitados, para beneficio de otros con sed de Dios, al igual que ella. Pues, para los que creemos en Dios, todos somos unos necesitados de Él y por ello debemos apoyarnos mutuamente y dar a los demás de lo que Él nos ha regalado a cada uno en paz y armonía.
Consciente de la misión de Dios para su vida, cual es evangelizar y servir para el Reino de Dios y su justicia, de forma paralela con el ejercicio de su carrera como Abogada, ha creado la Fundación AMARA, en compañía de sus dos hijas, para así poder contribuir con un granito de arena en este gran proyecto de Dios, teniendo como modelo a Jesucristo, quien tuvo primero la misión de instaurar el Reino de Dios aquí en la tierra y a quien debemos seguir e imitar fielmente para nuestra propia salvación.
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