PARÁBOLA DE LOS INVITADOS AL BANQUETE. MATEO 22, 1-14.
Jesús narra en este Evangelio a los sumos sacerdotes y a las autoridades judías la parábola de los invitados a una boda que se negaron a asistir argumentando razones sin importancia y de cómo, ante la negativa de éstos, extiende su invitación a los pobres, impuros, enfermos y excluidos de la sociedad y del sistema religioso de la época; acto que constituye una dura reclamación contra los que se creían más puros y cercanos a Dios.
Jesús usa este discurso fuerte para inducir a su pueblo al arrepentimiento, pero también es un llamado a los paganos y a los pecadores convertidos en nuevos invitados para que no se queden tranquilos y no corran el riesgo de ser arrojados fuera por no estar vestidos con el traje de bodas.
Para quien invita a un banquete o festejo es una ofensa asistir al mismo con un traje común u ordinario, es señal de que no se le da la debida importancia a la ocasión a la que se ha sido invitado. Esta figura utilizada en la parábola del banquete del reino significa que no se puede entrar en el Reino sin estar preparado y el único modo de preparase para ello es la conversión; cambiar de vestido en el lenguaje bíblico significa cambiar el estilo de vida o sea convertirse.
La parábola distingue tres momentos, primero, la invitación a la boda o llamada a la salvación; segundo, la aceptación o elección de esa invitación y, tercero, la perseverancia hasta el final con el vestido adecuado, o sea, la verdadera conversión; pues muchos serán los llamados pero poco los escogidos.
La generosidad del Rey, de Dios es inmensa, pero es necesario tomar en serio las exigencias del Reino; no podemos contentarnos con una pertenencia formal o de palabra al pueblo de Dios, no podemos tomar la salvación por descontado, como si ya la hubiéramos logrado, es necesario trabajar por ella.
Gracias Señor por invitarnos al banquete del amor y la fraternidad aunque no seamos dignos porque a veces llevamos puesto el traje del orgullo, la arrogancia, el egoísmo, la envidia y la maldad; permítenos vestirnos como criaturas nuevas con prendas de solidaridad, generosidad, paz y justicia, para que nos podamos sentar a tu mesa, disfrutar de tu abundancia y alimentar nuestra débil fe.
Gracias Padre Santo por habernos llamado a tu Iglesia por medio de tu Hijo Jesús y que tu Espíritu nos haga siempre atentos y disponibles para continuar acogiendo tu invitación, para poder entrar en la fiesta de tu Reino junto con una multitud de hermanos y sírvete de nosotros, si lo deseas, para continuar llamando a otros al banquete universal de tu Reino.
Jesús narra en este Evangelio a los sumos sacerdotes y a las autoridades judías la parábola de los invitados a una boda que se negaron a asistir argumentando razones sin importancia y de cómo, ante la negativa de éstos, extiende su invitación a los pobres, impuros, enfermos y excluidos de la sociedad y del sistema religioso de la época; acto que constituye una dura reclamación contra los que se creían más puros y cercanos a Dios.
Jesús usa este discurso fuerte para inducir a su pueblo al arrepentimiento, pero también es un llamado a los paganos y a los pecadores convertidos en nuevos invitados para que no se queden tranquilos y no corran el riesgo de ser arrojados fuera por no estar vestidos con el traje de bodas.
Para quien invita a un banquete o festejo es una ofensa asistir al mismo con un traje común u ordinario, es señal de que no se le da la debida importancia a la ocasión a la que se ha sido invitado. Esta figura utilizada en la parábola del banquete del reino significa que no se puede entrar en el Reino sin estar preparado y el único modo de preparase para ello es la conversión; cambiar de vestido en el lenguaje bíblico significa cambiar el estilo de vida o sea convertirse.
La parábola distingue tres momentos, primero, la invitación a la boda o llamada a la salvación; segundo, la aceptación o elección de esa invitación y, tercero, la perseverancia hasta el final con el vestido adecuado, o sea, la verdadera conversión; pues muchos serán los llamados pero poco los escogidos.
La generosidad del Rey, de Dios es inmensa, pero es necesario tomar en serio las exigencias del Reino; no podemos contentarnos con una pertenencia formal o de palabra al pueblo de Dios, no podemos tomar la salvación por descontado, como si ya la hubiéramos logrado, es necesario trabajar por ella.
Gracias Señor por invitarnos al banquete del amor y la fraternidad aunque no seamos dignos porque a veces llevamos puesto el traje del orgullo, la arrogancia, el egoísmo, la envidia y la maldad; permítenos vestirnos como criaturas nuevas con prendas de solidaridad, generosidad, paz y justicia, para que nos podamos sentar a tu mesa, disfrutar de tu abundancia y alimentar nuestra débil fe.
Gracias Padre Santo por habernos llamado a tu Iglesia por medio de tu Hijo Jesús y que tu Espíritu nos haga siempre atentos y disponibles para continuar acogiendo tu invitación, para poder entrar en la fiesta de tu Reino junto con una multitud de hermanos y sírvete de nosotros, si lo deseas, para continuar llamando a otros al banquete universal de tu Reino.