PARÁBOLA DE LOS LABRADORES. LA IGLESIA ES LA VIÑA DEL SEÑOR. MATEO 21, 33-43
El Evangelio de este domingo nos explica a través de esta parábola que la Iglesia es como una viña, un sembrado, un cultivo por el cual todos debemos esforzarnos, trabajar y en el que debemos dar buenos frutos y no frutos agrios. El Señor nos regala muchos medios para dar fruto abundante y de calidad, como la Palabra, los sacramentos, la oración, la fraternidad, la solidaridad y la generosidad eficaces.
Con esta parábola de los labradores violentos, corruptos e injustos, San Mateo expresa parte de la confrontación polémica que existía en esa época entre Jesús y las autoridades judías y religiosas de Jerusalén, es decir, con aquellos que estaban más cercanos al templo.
De acuerdo con el texto, la viña es el pueblo o la Iglesia de Dios; los criados o sirvientes son los profetas que ha mandado para cuidarla y percibir los frutos que le corresponden y los labradores, que se han apoderado de la viña, son estas personas que creyéndose muy religiosas han hecho del culto, del templo y de la religión algo para sentirse superiores, pero, en realidad, no creen y se oponen a la misión salvífica de Cristo.
Así las cosas, estos labradores u obreros de la viña representan a los jefes de los judíos que han sido despiadados con los profetas y que ahora desprecian al Hijo de Dios, el heredero; Jesús es el último enviado, no sólo como profeta, sino como el Hijo único, el heredero del Padre, Él es la piedra viva y angular desechada por los arquitectos; actitud que se convierte en un anticipo de la muerte de Jesús y de los responsables de la misma.
En ocasiones nosotros mismos, por negligencia o miedo, no damos el fruto esperado sino que nos convertimos en una zarza o árbol estéril, llenos de egoísmo, envidia, rencor, autosuficiencia, violencia, codicia, soberbia y orgullo y, otras veces, no solo no damos fruto sino que matamos o anulamos a los que podrían hacer fructificar y sacar buena cosecha.
Pero ahora, el nuevo pueblo, el nuevo viñedo de Dios es la Iglesia, los creyentes en Cristo, los seguidores del Señor Resucitado y somos los responsables de dar fruto, de hacer obras de caridad, de dar testimonio y de ser misioneros donde Él nos ubique y hasta los confines de la tierra. Las actitudes para mantener bien cuidada la viña o la Iglesia consisten en todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable y virtuoso, según San Pablo.
Finalmente, aunque nos veamos expuestos a persecuciones, críticas y calumnias, debemos luchar por mantener embellecida y productiva la viña del Señor, ese es nuestro trabajo por el Reino de Dios, lo cual supone muchos esfuerzos y sacrificios, pero la recompensa está en el Cielo; mantengámonos unidos, constantes y firmes en la fe, permitiendo que esa semilla de fe plantada por el Señor Jesús en nuestros corazones de abundantes frutos de amor, justicia, paz y misericordia. Amén.
El Evangelio de este domingo nos explica a través de esta parábola que la Iglesia es como una viña, un sembrado, un cultivo por el cual todos debemos esforzarnos, trabajar y en el que debemos dar buenos frutos y no frutos agrios. El Señor nos regala muchos medios para dar fruto abundante y de calidad, como la Palabra, los sacramentos, la oración, la fraternidad, la solidaridad y la generosidad eficaces.
Con esta parábola de los labradores violentos, corruptos e injustos, San Mateo expresa parte de la confrontación polémica que existía en esa época entre Jesús y las autoridades judías y religiosas de Jerusalén, es decir, con aquellos que estaban más cercanos al templo.
De acuerdo con el texto, la viña es el pueblo o la Iglesia de Dios; los criados o sirvientes son los profetas que ha mandado para cuidarla y percibir los frutos que le corresponden y los labradores, que se han apoderado de la viña, son estas personas que creyéndose muy religiosas han hecho del culto, del templo y de la religión algo para sentirse superiores, pero, en realidad, no creen y se oponen a la misión salvífica de Cristo.
Así las cosas, estos labradores u obreros de la viña representan a los jefes de los judíos que han sido despiadados con los profetas y que ahora desprecian al Hijo de Dios, el heredero; Jesús es el último enviado, no sólo como profeta, sino como el Hijo único, el heredero del Padre, Él es la piedra viva y angular desechada por los arquitectos; actitud que se convierte en un anticipo de la muerte de Jesús y de los responsables de la misma.
En ocasiones nosotros mismos, por negligencia o miedo, no damos el fruto esperado sino que nos convertimos en una zarza o árbol estéril, llenos de egoísmo, envidia, rencor, autosuficiencia, violencia, codicia, soberbia y orgullo y, otras veces, no solo no damos fruto sino que matamos o anulamos a los que podrían hacer fructificar y sacar buena cosecha.
Pero ahora, el nuevo pueblo, el nuevo viñedo de Dios es la Iglesia, los creyentes en Cristo, los seguidores del Señor Resucitado y somos los responsables de dar fruto, de hacer obras de caridad, de dar testimonio y de ser misioneros donde Él nos ubique y hasta los confines de la tierra. Las actitudes para mantener bien cuidada la viña o la Iglesia consisten en todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable y virtuoso, según San Pablo.
Finalmente, aunque nos veamos expuestos a persecuciones, críticas y calumnias, debemos luchar por mantener embellecida y productiva la viña del Señor, ese es nuestro trabajo por el Reino de Dios, lo cual supone muchos esfuerzos y sacrificios, pero la recompensa está en el Cielo; mantengámonos unidos, constantes y firmes en la fe, permitiendo que esa semilla de fe plantada por el Señor Jesús en nuestros corazones de abundantes frutos de amor, justicia, paz y misericordia. Amén.