CONVIÉRTANSE Y CREAN EN EL EVANGELIO. MARCOS 1, 12-15.
Cuántas personas creen en el Evangelio, pero no se convierten, cuántas oran pero no cambian de vida? Este Evangelio del primer domingo de Cuaresma nos relata que Jesús fue tentado en el desierto por satanás, pero Él, revestido del Espíritu Santo, que recibió en el Bautismo, no cayó. Jesús fue tentado en todo como nosotros, pero, orientándose por la Palabra de Dios y orando supo afrontar las tentaciones. Él resistió y continuó en el camino del Mesías-Salvador, el camino del servicio a Dios y al pueblo.
En Mateo 4, 1-11, se lee más detalladamente que las tentaciones fueron en cuanto al pan, al prestigio y al poder. Fueron las tres tentaciones que encontró también el pueblo israelita en el desierto, después de la salida de Egipto (Dt 8,3-; 6,13.16). Tentación es todo aquello que nos aleja del camino y del amor de Dios, por ello debemos dar un paso más allá y buscar la reconciliación y la gracia mediante el arrepentimiento y la confesión sacramental de nuestros pecados.
El desierto es el lugar de la prueba y la caída, pero también es el lugar donde Dios nos reeduca en la escucha de su Palabra para llevarnos a la tierra prometida, para conducirnos hacia Él. Conscientes de esta realidad debemos preocuparnos por lo verdaderamente importante, la construcción del Reino de los Cielos y su justicia. Que en esta cuaresma sea Jesús nuestro modelo y el Espíritu Santo la fuerza que nos aliente y anime en todas nuestras acciones.
Mientras Jesús se preparaba en el desierto, Juan Bautista fue arrestado por Herodes, entonces marchó Jesús a Galilea y proclamaba la Buena Nueva de Dios. La prisión de Juan no lo asustó, por el contrario, la experiencia de su Bautismo le había abierto los ojos y vio en el arresto la señal para el anuncio de la llegada del Reino. Jesús nos hace saber que Dios es una Buena Noticia para la vida humana y cuando Jesús dice que el Reino ha llegado, no quiere decir que está por llegar, sino que ya está aquí entre nosotros.
Jesús nos invita a cambiar de vida, a hacer penitencia, a convertirnos, a arrepentirnos, es decir, a cambiar el modo de pensar y de vivir. Para poder percibir esta presencia del Reino debemos comenzar a pensar, vivir y actuar de un modo diferente. Se debe dejar aparte el legalismo y la falsedad de la enseñanza de los fariseos y dejar que la nueva experiencia de Dios invada nuestra vida para que nos dé ojos nuevos para leer y entender los hechos y un corazón puro y limpio para amar y ser misericordiosos con nuestros hermanos.
Creer en la Buena Nueva no es fácil, es difícil comenzar a pensar de un modo diferente del que se ha aprendido desde pequeño, ésto solo es posible a través de un acto de fe, de confianza y Jesús es digno de confianza. Jesús se mueve siempre, junto con los discípulos va a todas partes, a lo largo de las playas, por los caminos, a la montaña, en el desierto, sobre la barca, en las sinagogas, en las casas, siempre con mucho entusiasmo; donde encuentra gente que lo escucha, habla y transmite la Buena Noticia de Dios.
Además de predicar el Evangelio del amor, se la pasó haciendo el bien; Jesús ayuda al pueblo ofreciendo diversas clases de servicio: arroja muchos espíritus, cura a los enfermos y afligidos, sana y acoge a los marginados y los trata con familiaridad. Él anuncia, llama, convoca, atrae, consuela, ayuda. Él siente pasión por las cosas de su Padre y por el pueblo pobre y abandonado de su tierra.
Jesús no sólo anuncia la Buena Noticia del Reino, sino que Él mismo es un testimonio del Reino, en Él aparece todo lo que sucede cuando un ser humano deja que Dios reine y tome posesión de su vida. Con su modo de vivir y obrar, Jesús revela lo que Dios tenía en mente cuando llamó al pueblo en el tiempo de Abrahán y de Moisés y cuando nos llama a todos nosotros hoy, por eso, te pedimos Señor la gracia de poder convertirnos, vivir en tu camino y superar con alegría y esperanza las tentaciones que nos acechan a diario. Amén.
Cuántas personas creen en el Evangelio, pero no se convierten, cuántas oran pero no cambian de vida? Este Evangelio del primer domingo de Cuaresma nos relata que Jesús fue tentado en el desierto por satanás, pero Él, revestido del Espíritu Santo, que recibió en el Bautismo, no cayó. Jesús fue tentado en todo como nosotros, pero, orientándose por la Palabra de Dios y orando supo afrontar las tentaciones. Él resistió y continuó en el camino del Mesías-Salvador, el camino del servicio a Dios y al pueblo.
En Mateo 4, 1-11, se lee más detalladamente que las tentaciones fueron en cuanto al pan, al prestigio y al poder. Fueron las tres tentaciones que encontró también el pueblo israelita en el desierto, después de la salida de Egipto (Dt 8,3-; 6,13.16). Tentación es todo aquello que nos aleja del camino y del amor de Dios, por ello debemos dar un paso más allá y buscar la reconciliación y la gracia mediante el arrepentimiento y la confesión sacramental de nuestros pecados.
El desierto es el lugar de la prueba y la caída, pero también es el lugar donde Dios nos reeduca en la escucha de su Palabra para llevarnos a la tierra prometida, para conducirnos hacia Él. Conscientes de esta realidad debemos preocuparnos por lo verdaderamente importante, la construcción del Reino de los Cielos y su justicia. Que en esta cuaresma sea Jesús nuestro modelo y el Espíritu Santo la fuerza que nos aliente y anime en todas nuestras acciones.
Mientras Jesús se preparaba en el desierto, Juan Bautista fue arrestado por Herodes, entonces marchó Jesús a Galilea y proclamaba la Buena Nueva de Dios. La prisión de Juan no lo asustó, por el contrario, la experiencia de su Bautismo le había abierto los ojos y vio en el arresto la señal para el anuncio de la llegada del Reino. Jesús nos hace saber que Dios es una Buena Noticia para la vida humana y cuando Jesús dice que el Reino ha llegado, no quiere decir que está por llegar, sino que ya está aquí entre nosotros.
Jesús nos invita a cambiar de vida, a hacer penitencia, a convertirnos, a arrepentirnos, es decir, a cambiar el modo de pensar y de vivir. Para poder percibir esta presencia del Reino debemos comenzar a pensar, vivir y actuar de un modo diferente. Se debe dejar aparte el legalismo y la falsedad de la enseñanza de los fariseos y dejar que la nueva experiencia de Dios invada nuestra vida para que nos dé ojos nuevos para leer y entender los hechos y un corazón puro y limpio para amar y ser misericordiosos con nuestros hermanos.
Creer en la Buena Nueva no es fácil, es difícil comenzar a pensar de un modo diferente del que se ha aprendido desde pequeño, ésto solo es posible a través de un acto de fe, de confianza y Jesús es digno de confianza. Jesús se mueve siempre, junto con los discípulos va a todas partes, a lo largo de las playas, por los caminos, a la montaña, en el desierto, sobre la barca, en las sinagogas, en las casas, siempre con mucho entusiasmo; donde encuentra gente que lo escucha, habla y transmite la Buena Noticia de Dios.
Además de predicar el Evangelio del amor, se la pasó haciendo el bien; Jesús ayuda al pueblo ofreciendo diversas clases de servicio: arroja muchos espíritus, cura a los enfermos y afligidos, sana y acoge a los marginados y los trata con familiaridad. Él anuncia, llama, convoca, atrae, consuela, ayuda. Él siente pasión por las cosas de su Padre y por el pueblo pobre y abandonado de su tierra.
Jesús no sólo anuncia la Buena Noticia del Reino, sino que Él mismo es un testimonio del Reino, en Él aparece todo lo que sucede cuando un ser humano deja que Dios reine y tome posesión de su vida. Con su modo de vivir y obrar, Jesús revela lo que Dios tenía en mente cuando llamó al pueblo en el tiempo de Abrahán y de Moisés y cuando nos llama a todos nosotros hoy, por eso, te pedimos Señor la gracia de poder convertirnos, vivir en tu camino y superar con alegría y esperanza las tentaciones que nos acechan a diario. Amén.