La Iglesia Católica acompaña a los creyentes en todo momento, por eso dispone el Año Litúrgico como un camino pedagógico para que el creyente se encuentre, conozca, ame y siga al Señor Jesús; su principal finalidad es que todos los cristianos nos encontremos con Jesús muerto y resucitado.
Muchas personas acuden a las parroquias sin saber qué celebramos, en qué época estamos y sin saber qué quiere el Señor Jesús de nosotros en cada época; si nos detuviéramos a reflexionar sobre el tiempo litúrgico en el que nos encontramos y lo que en él se nos pide, descubriríamos que nuestro seguimiento del Señor se hace más sencillo, claro y verdadero.
La centralidad del Año Litúrgico es la Pascua del Señor; la Resurrección del Señor es la mayor revelación del Padre y la prenda de nuestra salvación y redención. Al ser la Pascua el elemento central del Año Litúrgico, la liturgia dispone una pedagogía, un camino, para que los creyentes podamos, poco a poco, asimilar y comprometernos con el Evangelio y con el Reino de Dios.
El Año Litúrgico de la Iglesia Católica comienza con el Adviento, tiempo en el que nos preparamos con mucha esperanza para la llegada del Niño Jesús, su encarnación en la Santísima Virgen María, madre de Dios Hijo y madre nuestra.
Luego viene la Navidad, o sea, el nacimiento del Niño Jesús, época de paz y alegría en la que Dios cumple su palabra de darnos un Mesías, un Salvador para toda la humanidad.
Seguidamente, se inicia la primera parte del Tiempo Ordinario, en el cual meditamos el comienzo de la misión y la predicación del Señor Jesús, sus obras y milagros.
Este tiempo nos conduce hacia la Cuaresma, tiempo de prueba, de desierto, de reflexión, de cambio, de conversión, para configurarnos con la persona de Cristo.
Continuamos con la Semana Santa o Semana Mayor, tiempo en que celebramos la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Lo cual nos abre paso al Tiempo Pascual, tiempo de júbilo en el que vivimos y sentimos la experiencia de un Dios vivo, que está en medio de nosotros y que nos deja su Santo Espíritu como prenda de su amor y su presencia en la Eucaristía.
Después de esto, la Iglesia nos regala la segunda parte del Tiempo Ordinario, el cual se extiende hasta comenzar nuevamente el Adviento. En este tiempo continuamos aprendiendo y creciendo con la Palabra del Señor.
Muchas personas acuden a las parroquias sin saber qué celebramos, en qué época estamos y sin saber qué quiere el Señor Jesús de nosotros en cada época; si nos detuviéramos a reflexionar sobre el tiempo litúrgico en el que nos encontramos y lo que en él se nos pide, descubriríamos que nuestro seguimiento del Señor se hace más sencillo, claro y verdadero.
La centralidad del Año Litúrgico es la Pascua del Señor; la Resurrección del Señor es la mayor revelación del Padre y la prenda de nuestra salvación y redención. Al ser la Pascua el elemento central del Año Litúrgico, la liturgia dispone una pedagogía, un camino, para que los creyentes podamos, poco a poco, asimilar y comprometernos con el Evangelio y con el Reino de Dios.
El Año Litúrgico de la Iglesia Católica comienza con el Adviento, tiempo en el que nos preparamos con mucha esperanza para la llegada del Niño Jesús, su encarnación en la Santísima Virgen María, madre de Dios Hijo y madre nuestra.
Luego viene la Navidad, o sea, el nacimiento del Niño Jesús, época de paz y alegría en la que Dios cumple su palabra de darnos un Mesías, un Salvador para toda la humanidad.
Seguidamente, se inicia la primera parte del Tiempo Ordinario, en el cual meditamos el comienzo de la misión y la predicación del Señor Jesús, sus obras y milagros.
Este tiempo nos conduce hacia la Cuaresma, tiempo de prueba, de desierto, de reflexión, de cambio, de conversión, para configurarnos con la persona de Cristo.
Continuamos con la Semana Santa o Semana Mayor, tiempo en que celebramos la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Lo cual nos abre paso al Tiempo Pascual, tiempo de júbilo en el que vivimos y sentimos la experiencia de un Dios vivo, que está en medio de nosotros y que nos deja su Santo Espíritu como prenda de su amor y su presencia en la Eucaristía.
Después de esto, la Iglesia nos regala la segunda parte del Tiempo Ordinario, el cual se extiende hasta comenzar nuevamente el Adviento. En este tiempo continuamos aprendiendo y creciendo con la Palabra del Señor.