LA CUARESMA
La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza, una celebración en la que se nos coloca un sello en la frente, la señal de la Santa Cruz y se nos invita a la conversión y a la fe en el Evangelio. Llevar la Cruz del Señor es un compromiso ante Dios y el mundo de transformar radicalmente nuestra vida, renunciando al pecado para renacer a la vida nueva.
Vale la pena resaltar la importancia del tiempo de la Cuaresma como preparación de cuarenta días para celebrar la Pascua del Señor, este tiempo tiene un sentido y unas características propias, ya que exige de nosotros una actitud nueva y diferente, no de tristeza, sino de recogimiento y de preparación para la vida en Cristo Resucitado.
Lo anterior requiere una transformación completa de nuestro ser, un corazón limpio y dispuesto, ya que este proceso se extenderá a lo largo de toda la vida, pues nunca estaremos plenamente configurados con el Señor y Él siempre pedirá más de nosotros; el camino hacia la santidad no termina, es hasta el final de nuestros días en la tierra.
El ayuno, la oración y la abstinencia son los elementos propios de este tiempo cuaresmal y ellos tienen como finalidad prepararnos para el encuentro final con el Señor. Las renuncias y los sacrificios tienen sentido en la medida en que los ofrecemos al Señor en oración para podernos llenar de su presencia.
Adicionalmente y en consonancia con el Evangelio de Jesucristo, debemos tener en este tiempo una actitud de ayuda y caridad hacia el prójimo, pues, no hay cuaresma donde no hay ayuda, no hay cuaresma donde hay egoísmo. Debemos ser colaboradores con la obra redentora de Jesús, sirviendo y ayudando a los que sufren, a los explotados, a los más necesitados.
Siendo la Cuaresma una peregrinación hacia la Pascua del Señor, debemos prepararnos adecuadamente para recibirlo y por ello es aconsejable acudir al Sacramento de la Confesión o de la Reconciliación, de manera que estemos en paz con Dios y con nuestros hermanos. Pidamos al Señor que nos permita acercarnos más a Él con la esperanza de que todo lo hace nuevo y que nos abre el camino de la salvación.
La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza, una celebración en la que se nos coloca un sello en la frente, la señal de la Santa Cruz y se nos invita a la conversión y a la fe en el Evangelio. Llevar la Cruz del Señor es un compromiso ante Dios y el mundo de transformar radicalmente nuestra vida, renunciando al pecado para renacer a la vida nueva.
Vale la pena resaltar la importancia del tiempo de la Cuaresma como preparación de cuarenta días para celebrar la Pascua del Señor, este tiempo tiene un sentido y unas características propias, ya que exige de nosotros una actitud nueva y diferente, no de tristeza, sino de recogimiento y de preparación para la vida en Cristo Resucitado.
Lo anterior requiere una transformación completa de nuestro ser, un corazón limpio y dispuesto, ya que este proceso se extenderá a lo largo de toda la vida, pues nunca estaremos plenamente configurados con el Señor y Él siempre pedirá más de nosotros; el camino hacia la santidad no termina, es hasta el final de nuestros días en la tierra.
El ayuno, la oración y la abstinencia son los elementos propios de este tiempo cuaresmal y ellos tienen como finalidad prepararnos para el encuentro final con el Señor. Las renuncias y los sacrificios tienen sentido en la medida en que los ofrecemos al Señor en oración para podernos llenar de su presencia.
Adicionalmente y en consonancia con el Evangelio de Jesucristo, debemos tener en este tiempo una actitud de ayuda y caridad hacia el prójimo, pues, no hay cuaresma donde no hay ayuda, no hay cuaresma donde hay egoísmo. Debemos ser colaboradores con la obra redentora de Jesús, sirviendo y ayudando a los que sufren, a los explotados, a los más necesitados.
Siendo la Cuaresma una peregrinación hacia la Pascua del Señor, debemos prepararnos adecuadamente para recibirlo y por ello es aconsejable acudir al Sacramento de la Confesión o de la Reconciliación, de manera que estemos en paz con Dios y con nuestros hermanos. Pidamos al Señor que nos permita acercarnos más a Él con la esperanza de que todo lo hace nuevo y que nos abre el camino de la salvación.