EVANGELIO DEL DOMINGO 08 DE FEBRERO DE 2015. Las lecturas de este domingo nos hablan de Jesús como el camino, la verdad y la vida, nada de lo que viene de Él es muerte o desesperación. Por el contrario, Él se la pasó haciendo el bien, sanando, liberando y regalando su paz; por lo tanto, al ser creados nosotros a imagen y semejanza de Dios, debemos ser también misericordiosos y servidores de nuestros hermanos.
Muy a menudo sentimos que la vida es corta, que es como un soplo, que pasa muy rápido y las diversas situaciones y las preocupaciones nos dan muchas vueltas en la cabeza y no sabemos qué hacer, es ahí donde debemos cuestionarnos y preguntarnos por el verdadero sentido de nuestra vida, en qué está centrada, cómo manejo mi tiempo y en qué lo empleo?
Como el apóstol San Pablo deberíamos decir que el sentido de nuestra vida es Cristo, es amarlo y predicarlo, lo que se traduce en amar y servir a nuestros hermanos; en dar vida, esperanza, ánimo a los demás; ser luz y guía para otros. Así como Jesús vino a desarrollar en el mundo el Proyecto de Amor del Padre, nosotros también debemos imitarlo y pasar por el mundo haciendo el bien.
Constantemente Jesús se encontraba rodeado de personas necesitadas, enfermas, pecadoras o con demonios que las atormentaban y requerían de Él y, en este pasaje en concreto, se narra que la suegra de Pedro estaba enferma de fiebre y Jesús va al encuentro de ella para sanarla, mostrándose humilde y disponible para todo aquel que lo necesite. Por eso, sanó a muchos más y luego iba y oraba al Padre para fortalecerse y poder continuar extendiendo su obra y su mensaje de salvación hacia otros lugares.
El mensaje principal que nos quiere dejar este Evangelio es que debemos entregarnos sin reserva al Reino de Dios, dando a conocer su grandeza, su misericordia y su amor por la humanidad. El ser seguidores de Cristo nos debe motivar y llevar a ser servidores del prójimo, olvidándonos de nuestros problemas, dolores o egoísmos. Te suplicamos Padre que nos concedas la gracia de servir a todo aquél que lo necesite, que seamos generosos y caritativos con el prójimo, para así transparentar la gracia de tu amor. Amén.
Muy a menudo sentimos que la vida es corta, que es como un soplo, que pasa muy rápido y las diversas situaciones y las preocupaciones nos dan muchas vueltas en la cabeza y no sabemos qué hacer, es ahí donde debemos cuestionarnos y preguntarnos por el verdadero sentido de nuestra vida, en qué está centrada, cómo manejo mi tiempo y en qué lo empleo?
Como el apóstol San Pablo deberíamos decir que el sentido de nuestra vida es Cristo, es amarlo y predicarlo, lo que se traduce en amar y servir a nuestros hermanos; en dar vida, esperanza, ánimo a los demás; ser luz y guía para otros. Así como Jesús vino a desarrollar en el mundo el Proyecto de Amor del Padre, nosotros también debemos imitarlo y pasar por el mundo haciendo el bien.
Constantemente Jesús se encontraba rodeado de personas necesitadas, enfermas, pecadoras o con demonios que las atormentaban y requerían de Él y, en este pasaje en concreto, se narra que la suegra de Pedro estaba enferma de fiebre y Jesús va al encuentro de ella para sanarla, mostrándose humilde y disponible para todo aquel que lo necesite. Por eso, sanó a muchos más y luego iba y oraba al Padre para fortalecerse y poder continuar extendiendo su obra y su mensaje de salvación hacia otros lugares.
El mensaje principal que nos quiere dejar este Evangelio es que debemos entregarnos sin reserva al Reino de Dios, dando a conocer su grandeza, su misericordia y su amor por la humanidad. El ser seguidores de Cristo nos debe motivar y llevar a ser servidores del prójimo, olvidándonos de nuestros problemas, dolores o egoísmos. Te suplicamos Padre que nos concedas la gracia de servir a todo aquél que lo necesite, que seamos generosos y caritativos con el prójimo, para así transparentar la gracia de tu amor. Amén.