DOMINGO 07/09/2014.
El capítulo 18 de Mateo es conocido como el Discurso Eclesiástico porque en él aparecen una serie de temas relacionados con la edificación y la vida de la Iglesia, como el testimonio, el servicio, el escándalo, el perdón y la reconciliación, entre otros y este Evangelio nos trae precisamente dos temas acordes que son la corrección fraterna y la oración en común.
Respecto de la corrección fraterna, Jesús, el Maestro nos enseña que en un primer momento debemos hacerlo en privado, es decir, hablar a solas con el hermano buscando que cambie el comportamiento con el cual se está haciendo daño a sí mismo y a la Iglesia; segundo, si no cambia de actitud, la comunidad debe ser la encargada de corregirlo y, tercero, si a pesar de eso se mantiene en pecado, la comunidad debe excluirlo.
La corrección fraterna planteada en estos términos no es frecuente, es más, es difícil, la razón es sencilla: por comodidad la gente prefiere callar, aunque conozca el problema, lo comenta en voz baja con los amigos, pero no se atreve a hablar con la persona interesada y cuando se decide a hablar, generalmente, lo hace en forma inapropiada, hiriente o explosiva, generando en el otro una respuesta a la defensiva.
Dentro de la vida eclesial no sólo es importante la celebración litúrgica y eucarística, sino también las actitudes de todos los que pertenecemos a ella, ya que nuestro testimonio de vida tiene que ayudar a la edificación de los otros y no inducir a su perdición. Con este tipo de corrección se pretende que la otra persona se concientice del problema, del error o pecado en que está y modifique su comportamiento, es un servicio que se está prestando.
No debemos guardar silencio por cuanto éste nos convierte en cómplices de determinadas situaciones o comportamientos inaceptables que están en abierta oposición con los valores del Evangelio, debemos superar la pasividad ante los problemas que afectan la buena marcha de la comunidad, ya que somos corresponsables de su buen funcionamiento, pues todos formamos parte del cuerpo de Cristo.
Otro aspecto importante dentro de la vida de la comunidad o Iglesia es el tema de la oración en común, la preocupación por el prójimo tiene que estar ligada a la oración, para ello debemos unirnos para orar y pedir al Señor por las necesidades de cada uno de nosotros, pues, como Él mismo lo ha dicho, está entre nosotros escuchando nuestras plegarias.
Lastimosamente, se ha ido perdiendo mucho la sana costumbre de orar en familia por el cúmulo de ocupaciones de cada uno de sus miembros y los afanes de la vida, que ni siquiera permiten sentarse a comer juntos en la mesa. Por eso, ahora más que nunca, es importante que tratemos de rescatar, como familia y comunidad eclesial, estos espacios de oración comunitaria, nos abramos a la acción y la gracia del Padre celestial para que Él sea el centro de nuestras vidas y su Palabra, nuestra guía. Amén.
El capítulo 18 de Mateo es conocido como el Discurso Eclesiástico porque en él aparecen una serie de temas relacionados con la edificación y la vida de la Iglesia, como el testimonio, el servicio, el escándalo, el perdón y la reconciliación, entre otros y este Evangelio nos trae precisamente dos temas acordes que son la corrección fraterna y la oración en común.
Respecto de la corrección fraterna, Jesús, el Maestro nos enseña que en un primer momento debemos hacerlo en privado, es decir, hablar a solas con el hermano buscando que cambie el comportamiento con el cual se está haciendo daño a sí mismo y a la Iglesia; segundo, si no cambia de actitud, la comunidad debe ser la encargada de corregirlo y, tercero, si a pesar de eso se mantiene en pecado, la comunidad debe excluirlo.
La corrección fraterna planteada en estos términos no es frecuente, es más, es difícil, la razón es sencilla: por comodidad la gente prefiere callar, aunque conozca el problema, lo comenta en voz baja con los amigos, pero no se atreve a hablar con la persona interesada y cuando se decide a hablar, generalmente, lo hace en forma inapropiada, hiriente o explosiva, generando en el otro una respuesta a la defensiva.
Dentro de la vida eclesial no sólo es importante la celebración litúrgica y eucarística, sino también las actitudes de todos los que pertenecemos a ella, ya que nuestro testimonio de vida tiene que ayudar a la edificación de los otros y no inducir a su perdición. Con este tipo de corrección se pretende que la otra persona se concientice del problema, del error o pecado en que está y modifique su comportamiento, es un servicio que se está prestando.
No debemos guardar silencio por cuanto éste nos convierte en cómplices de determinadas situaciones o comportamientos inaceptables que están en abierta oposición con los valores del Evangelio, debemos superar la pasividad ante los problemas que afectan la buena marcha de la comunidad, ya que somos corresponsables de su buen funcionamiento, pues todos formamos parte del cuerpo de Cristo.
Otro aspecto importante dentro de la vida de la comunidad o Iglesia es el tema de la oración en común, la preocupación por el prójimo tiene que estar ligada a la oración, para ello debemos unirnos para orar y pedir al Señor por las necesidades de cada uno de nosotros, pues, como Él mismo lo ha dicho, está entre nosotros escuchando nuestras plegarias.
Lastimosamente, se ha ido perdiendo mucho la sana costumbre de orar en familia por el cúmulo de ocupaciones de cada uno de sus miembros y los afanes de la vida, que ni siquiera permiten sentarse a comer juntos en la mesa. Por eso, ahora más que nunca, es importante que tratemos de rescatar, como familia y comunidad eclesial, estos espacios de oración comunitaria, nos abramos a la acción y la gracia del Padre celestial para que Él sea el centro de nuestras vidas y su Palabra, nuestra guía. Amén.